La verdad es que estoy encantada de poder saludar a los lectores de Groundsman Sport, y tener la oportunidad de relatar la historia de una familia ligada a el Athletic Club de Bilbao desde sus inicios. Una historia de vida un tanto peculiar, de la cual me siento orgullosa y afortunada al ser uno de sus miembros.
Pero empecemos desde el principio…, mi nombre, me llamo Aitxiber Biritxinaga y cuento con estima que soy la ultima inquilina de San Mamés, dibujo una amplia sonrisa mientras lo suelto, a sabiendas de que mi interlocutor pondrá cara de asombro y que casi seguro me pregunte…, ¿como?, y es aquí cuando empieza el relato.
Pedro de Biritxinaga nació el mismo año que se constituyo el Athletic Club de Bilbao, en 1898…, ¿casualidad?, no lo creo, llego a Bilbao desde un Sestao del siglo pasado, y a pesar de su temprana edad comienza a hacer funciones de “botones” dentro del club, cuyas oficinas se situaban en la calle Hurtado de Amezaga, y Canciller de Ayala. Un adolescente enfrentando la centuria, que se aventuraba convulsa y que mas adelante averiguaría.
Chico de los recados, limpia botas, recaudando cuotas de socios para la construcción de San Mamés, no había tarea que se le resistiese. Siempre mantuvo un carácter firme, envuelto en constancia y una desbordante bondad, de esta manera se le recuerda a día de hoy. Participó en la construcción de una de las tribunas del primer campo de futbol del club, una tribuna que si hacemos uso de nuestra imaginación, dibujamos de madera y muy rústica, pero ese fue el inicio de todo, el comienzo. Pedro destacaba por su complicidad con los jóvenes jugadores y comenzó a emplear sus conocimientos para aliviar lesiones, friegas de alcohol, vendas, contrastes y así un sin fin de terapias que fue recogiendo analizando y poniendo en practica con el fin de satisfacer su ansia de aprender y ayudar a los demás.
Ya construida la tribuna antes mencionada se casó con Teresa Llamosas, una carranzana de armas tomar. El club le ofreció la posibilidad de habitar la vivienda allí instalada con su familia, ya que Pedro era el encargado de todo. Desde dar solución a un esguince, hasta averiguar cuanto inflar el balón para que al adversario le resultara complicado llevarlo por el césped.
Y en esa misma tribuna nacieron sus hijos, Pedro, Natxo y las gemelas Cristina y Begoña (las nenas), entrenadores como Willian Barnes, Burton, Arzuaga o Frederic Pettlan, compartieron conocimientos con Pedro, los cuales supo aglutinar y poner en practica. PEDRO TENIA EL DON DE RECONOCER Y ALIVIAR LESIONES EN SUS MANOS, a parte de ofrecer su saber, atendía la demanda de atención a todo aquel bilbaíno que lo necesitara, la evidencia de que poseía una habilidad innata para resolver dolencias empezó a comentarse por Bilbao y las camillas instaladas en aquella vivienda de la tribuna de madera de San Mamés, se convirtieron en lugar conocido para propios y extraños. Los años transcurren y el ambiente político comienza a espesarse, es cuando estalla la guerra civil.
Pedro y el equipo se encuentran de gira de promocional de la selección de Euskadi, en un viaje por Europa. Cae Bilbao, estamos en 1937. Perico, con situación familiar delicada, es obligado por unanimidad de sus compañeros de selección a regresar a la capital bizkaina, opta por volver a Bilbao pese a la posibilidad de tener problemas. En tiempos de guerra y en ausencia de entrenador para el club, asumió las riendas del equipo en 1938, no era su cometido, pero siempre había un “si” para los colores de su vida. Los años van transcurriendo en rojo-blanco para Perico y su familia, uno de sus hijos, Natxo ,empieza a corretear y curiosear entre esas camillas que le acompañarían toda la vida. San Mamés acomete su segunda reforma y se construye la que seria nuestra segunda vivienda dentro del campo. Se encontraba situada en la tribuna de Garai, en sus bajos, la calle Felipe Serrate, una vivienda amplia, cómoda, con una puerta que daba a los vestuarios del equipo y en la que se instaló Natxo y su familia, ya era empleado del Athletic.
Natxo estaba casado con Rosa y tuvieron dos hijos, Pedro (DEP) y Aitxi. Nuestros juegos siempre fueron un lujo, llegábamos a la casa del cole y Rosi nos daba la merienda, cogíamos la puerta a los vestuarios, y de estos pasábamos al túnel por el que los días de partido los jugadores acceden al verde, y a jugar, carreras por el césped, escondite entre las gradas y un sin fin de cosas que realmente fueron increíbles.
Los días de partido mi madre (Rosi), molía café para los jugadores de los dos equipos, en una reliquia que todavía conservo, preparaba bocadillos, salía disparada para descolgar la ropa de los palcos, y muchas veces mi padre (Natxo) le llamaba la atención por sus despistes, esa casa era un hervidero, un sin fin de personas entrando y saliendo, jugadores y aficionados, amigos,
un café, una copita, un bocadillo y al campo, unos por una puerta y otros por otra. Esa casa tenia un olor especial, todavía cierro los ojos y el linimento Sloan, las cremas de masaje de Natxo me llegan con nitidez, el ruido de las conversaciones entre las camillas, el color verde del césped y cuando lo cortaban era especial, son de esos recuerdos que se fijan, que nunca olvidare, aun me hacen sonreír cuando los evoco. Natxo continuo la saga de su padre Perico, tenia también un don heredado de su padre y de la misma manera que el, durante su primera andadura en el club, los jugadores eran amigos, cómplices, de su misma edad, y según avanzaban los años incluso las generaciones siguientes lo vieron como un padre, con sus maravillosas manos y sus conocimientos, mezclados con la empatía necesaria aplicada a las personas que se ponían en sus manos, no había lesión que se le resistiese.
Echo de menos sus manos, pequeñas y regordetas, con dedos cortos y fuertes, pero suaves como una seda, ¿imagináis?, jugadores como Zarra, Panizo o Gainza (mi padrino), Zubizarreta, Goiko, Sarabia, Dani, pasaron por sus camillas y confiaban en Natxo.
Un recorrido de 50 años como empleado oficial del club (sin contar los no oficiales) en los que se gozaron de muchos triunfos y algún que otro apuro, un recorrido con entrenadores, jugadores cuadros técnicos y todas aquellas personas vinculadas a que el club prosperase. Se construyen las instalaciones deportivas de Lezama (1971), los entrenamientos, el trabajo se trasladan y también se acomete otra reforma de San Mamés para los mundiales, en esta época abandonamos San Mamés con mucho sentimiento, pero no muy lejos, unos 20 metros, solo cruzar la calle, Natxo no podía imaginarse vivo mucho mas lejos.
Los años transcurrieron y volvimos a mudarnos, ¿podéis adivinar donde?, evidentemente tampoco muy lejos de sus corazón, si no era cerca de San Mamés, tenia que ser Lezama, no podía ser otro lugar gracias a Dios, aquí sigo, he intentado resumir lo máximo posible la historia de una saga que amamos al athletic, con sus luces y sus sombras, porque todo no fue bello, la historia de una familia entregada en cuerpo y alma a unos colores, y así nos mantenemos. Espero que por lo menos os haya suscitado curiosidad, y como yo, recuerden a las familias que se entregaron al club y nunca se supo de su historia, he de decir que sin ellas…, el ATHLETIC CLUB DE BILBAO no seria un club diferente.
PD: muchísimas gracias a los lectores de Groundsman Sport, les espero en Lezama para tomar un café y hablar de fútbol…, AITXI.